15 de abril de 2017

Que nadie olvide el bombardeo de Gernika hace ochenta años





Cuando se cumple una semana del acto de entrega de las armas por parte de la banda criminal ETA y a once días del 80 aniversario del bombardeo de Gernika por la aviación nazi, efectuado con la aquiescencia de los militares españoles insurrectos, he visitado la villa simbólica de los vascos. Hoy se muestra como una ciudad hermosa, bien urbanizada, tranquila y hospitalaria. Rezuma paz por doquier. Una paz a la que se concede la importancia histórica y cultural que tiene en los paneles de ...un Museo especificamente dedicado a la defensa de los Derechos Humanos y al cultivo de la memoria sempiterna sobre lo que esa villa vivió el 26 de abril de 1937.




Impresiona encontrarse con esas evocaciones, que reflejan hasta qué punto la destrucción de Gernika supuso no solo un castigo atroz a una sociedad concreta sino la experimentación de la barbarie sobre poblaciones inocentes, que preludiaba lo que iba a ocurrir dos años después en Europa. España como laboratorio de la muerte masiva. Así la concibieron los nazis, los fascistas italianos y los rebeldes franquistas. Habrá que esperar al año 1997, sesenta después de la barbarie, para que el Estado alemán reconociese la responsabilidad de ese país en la tragedia.




El silencio y el respeto se imponen ante un escenario de dolor recordado, con el convencimiento de que la memoria de lo ocurrido debe quedar preservada. Son recuerdos y sensaciones que conducen, con igual actitud de respeto, a la Casa de Juntas y al recinto que acoge el roble representativo de la historia y la cultura de una comunidad que, finalmente en paz, merece ser reconocida en sus valores y significados en el marco de la rica complejidad intrínseca de España.





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