10 de abril de 2017

Cuando los despoblados se confunden con la tierra


El rural profundo se despuebla y el caserío acusa las huellas del vaciamiento demográfico. Pero no siempre el abandono es absoluto. Con frecuencia se reconstruyen algunas casas, se levantan nuevos edificios (con aberraciones estéticas clamorosas), para albergar esporádicamente a los que desde las ciudades acuden a sus pueblos de origen a descansar y respirar. Son notas arquitectónicas excepcionales en medio del silencio, que de cuando en cuando se interrumpe fugazmente. Un signo del cambio de uso del espacio edificado en ese mundo tan crítico. Esa España a la que llaman "vacía", pero que ofrece un "vacío" matizable.

Sin embargo, cuando la vida se extingue y a nadie interesa mantenerla de ningún modo, la naturaleza acaba retomando la importancia que corresponde a la falta de presencia humana. El espectáculo llama la atención cuando las construcciones están labradas en adobe. Poco a poco, el derrumbe se impone, las casas pierden el equilibrio y van desapareciendo. Lo que queda de la construcción se confunde con la arcilla, todo aparece empastado por el ocre que uniformiza la imagen de la desolación. En Otero de Sariegos (Zamora). El mejor observatorio para contemplar el complejo endorreico de Villafáfila. Donde uno se siente tan deslumbrado como empequeñecido.


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