19 de octubre de 2016

Frente al boicot, la palabra inteligente

"Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra".


Vigentes como siempre, estas ideas de Blas de Otero cobran plena fuerza cuando el insulto y el boicot dominan el ambiente impidiendo que aflore el poder inmenso de la palabra y del argumento sagaz y contundente. Si la protesta tiene sentido, si la crítica resulta necesaria y saludable, si la indignación parece justificada... ¿cómo entender que no se recurra a la palabra para exponer las ideas propias que permitan exponer tales actitudes y rebatir con inteligencia los argumentos del adversario? ¿Qué credibilidad tienen los que cierran esa posibilidad, y desaprovechan la oportunidad del debate, amparándose en la máscara, en el grito y en el primitivismo de la embestida? ¿Qué respeto merecen los que así actuaron y los verborreicos insufribles que lo calificaron como una simple protesta, escamoteando lo que no fue más que un boicot indigno y miserable en la misma puerta del Aula dedicada al profesor Francisco Tomás y Valiente en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid?

2 comentarios:

  1. Tienen la palabra los mismos que tuvieron y tienen el poder. Los mismos que secuestran la palabra en sus medios, en sus tertulias, eliminando las voces discrepantes con los nuevos intereses. Con esos nuevos intereses económicos aliados a las viejas y groseras oligarquías y con los que pretenden remediar su incapacidad para adaptarse a los nuevos tiempos y su miedo a perder la preeminencia con la que han tutelado la política de este país durante tantos años, poniendo y quitando líderes con absoluta impunidad.
    La impunidad que el expresidente del gobierno durante 13 años, colocado como paliativo norteamericano a los peligros de la subversión, creó o acepto a una banda criminal que asesinó a varias docenas de personas.
    Sí, la culpa es la de los estudiantes como siempre, esa torpe manía de querer cargarse el estatus quo llamándole a la gente por su nombre.
    La culpa es de los preferentistas estafados que llaman ladrón a Blesa y a Rato en los juzgados.
    La culpa es de los inmigrantes en las CIES que solo querían venir a trabajar y los encierran en cárceles como criminales.
    Ya sabemos que hoy no sé puede protestar, que las instituciones lo garantizan todo y que hacerlo es atentar gravemente contra la civilización y volver al primitivismo de la embestida.
    Verborreicos insufribles por no querer callar, por no querer tragar.

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  2. Hoy no faltan motivos ni argumentos para protestar, silbar y discrepar con Cebrián y Felipe González, pero sin atisbo de violencia alguna. Recurrir a ella les desautoriza...

    Un abrazo

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