Tanta y tan
espectacular es la profusión espacialmente alcanzada por los refugios del
dinero evadido de sus lugares de origen, que nada sorprende el número y las
características de quienes se acogen a las posibilidades del enriquecimiento
fácil que les ofrecen, simplemente motivados por el lucro personal y la
insolidaridad con sus conciudadanos. Cuando se les descubre, recurren a las
mismas martingalas y sofismas argumentales para justificarse sin importarles
ofrecer, haciendo gala de una inmensa caradura, una mezcla de ingenuidad,
cinismo, desfachatez y estulticia, que entienden como un "precio" a
pagar como deterioro de imagen, a sabiendas de que el paso del tiempo todo lo
diluye mientras permanece íncólume la riqueza preservada, que es, es esencia,
lo que les interesa. Tampoco les importa que su actitud evasora y especulativa
revele contradicciones ideológicas con sus proclamas aparentemente
progresistas, que ahora llaman la atención - mostrándose falaces - cuando
estaban escudadas en comportamientos antitéticos, nada edificantes.
Ciertamente son
legión los que se adscriben a los sacrosantos postulados de la economía golfa,
pero no son los más. La mayoría la forman los ciudadanos honrados, luchadores,
trabajadores, los que entienden que la justicia tributaria es inherente a la
justicia socio-espacial, razón de ser de comportamientos sensibles con lo que
significa contribuir al erario público, porque son conscientes de lo que lo
público significa. Son los únicos ciudadanos que interesan, los defensores de
lo público, con todas las connotaciones que ello encierra. De ahí el valor de
la transparencia, venga de donde venga y tan a menudo perseguida (gracias,
Assange, Snowden, Falciani. Gracias, Tax Justice Network....), porque es lo que
permite poner a cada cual en su sitio, esto es, dignificar la labor de los
contribuyentes honestos y poner al descubierto la catadura de los sinvergüenzas
que, reconocidos e incluso ocasionalmente admirados por su relumbrón, acaban
siendo - si no delincuentes - personajes de bajísima estofa. Sin excepciones ni
matices. Ya está bien.