Son figuras admirables
de la historia de la cultura que conviene recordar. En esta ocasión, aludo a
ellas porque supieron entender, tras alcanzarlo todo, que el arte cobra valor y
trascendencia cuando se ofrece al ciudadano como patrimonio que le pertenece lo
que es propiedad del Estado. Magnífica la escena de la película dedicada a
Joseph Turner (Mike Leigh, 2014), el impresionante pintor de paisajes, cuando
declina vender su obra al empresario que le ofrecía un cheque en blanco ya que su objetivo estaba centrado en ceder al Imperio
británico la totalidad de la obra de que pudiera disponer.
Es la misma actitud
adoptada por el ingeniero belga que se enamoró de España al descubrir algunos
de los más importantes yacimientos de la Península, de tanta relevancia como el
de los Millares o El Algar. Hace unos días me encontré con esa figura mientras
recorría las salas del Museo Arqueológico Nacional, cuya remodelación aún no
había visto. Merece la pena. Es uno de los lugares museísticos más atractivos y
mejor concebidos de España. Impresionan la riqueza prehistórica y las
manifestaciones del arte ibérico.
En la segunda planta, el visitante se
encuentra de pronto ante el legado de Louis Siret. Una vez conocido, dejará
profunda huella en la memoria. Su nombre emerge con fuerza y admiración al
comprobar el inmenso patrimonio que consiguió descubrir y que pertenece a
España porque en su momento hizo lo mismo que Turner. Ante la oferta jugosa que
se le ofrecía, su respuesta no admitía réplica: "el arte no se vende y
estos valiosos objetos que encontré en España los quiero ofrecer a
España". Visiten el Museo Arqueológico Nacional, deténganse en la sección dedicada a Siret y valoren el gesto de los que anteponen la importancia del patrimonio
común al egoísmo personal.