Ambición de poder e
inmersión profunda al propio tiempo en las prácticas corruptas, cometidas sin
pudor, durante mucho tiempo y con la sensación de que eso era lo normal y que
la impunidad estaba garantizada. Los casos del presidente de la Diputación de León y del que fuera nada menos que el vicepresidente del gobierno madrileño se
convierten así en paradigmas, de los que quizá no sean solo ellos los únicos
protagonistas. Mucho me temo, y la simple percepción de cómo están aflorando los hechos lo apunta claramente, que esa mancuerna que muchos practican
entre el poder y el delito, entre la decisión política y el lucro personal incesante, va a tener aún en España un largo recorrido. ¿Qué sorpresas no nos deparará el futuro inmediato? Cuesta pensar que la mancha de aceite no recrezca y se expanda en función de las imbricaciones que
se producen entre los gobernantes de espacios contiguos. El efecto aglomeración
no tardará en manifestarse. Por pura lógica inercial y ligada a los efectos inducidos que las prácticas corruptas provocan.
Poco a poco, o mucho a mucho, asistiremos a la
configuración de una enorme "tangentópolis" (¿se acuerdan de lo que
pasó en Italia?) que posiblemente llegue a desbordar, por su tipología, su variedad de elementos y su densidad delictiva, la magnitud de la experiencia
italiana. Ante esta perspectiva, ¿qué capacidad de sorpresa, de estupor y rabia
aguarda todavía a la sociedad que asiste al espectáculo que más daño hace a la
democracia y al Estado de Derecho? ¿Por qué derroteros ha de avanzar la
gangrena que pone en entredicho los mismos pilares del Estado? ¿Qué impacto va
a provocar todo ello en la recomposición de la política española? ¿Quiénes
lograrán sobrevivir al escándalo, a sabiendas de que la frontera entre los
corruptos convictos y los potenciales corruptos se muestra cada vez más tenue?
Seguramente habrá quienes se han mantenido y se mantienen al margen de la
ponzoña. La cuestión está en constatar qué relevancia tienen en medio de ese
magma que no cesa de crecer.
Personalmente no creo que esto sea una cuestión de honradez o "golfería", creo que hasta el más integro de los hombres puede llegar a corromperse. Creo que el problema es más profundo, aunque intenten desviar la atención. La raíz está en el sistema en sí: en su opacidad, la falta de control ciudadano y los palos en las ruedas de la justicia. Cosas que se han magnificado con el modelo de crecimiento previo a la crisis, el ladrillazo, que ha permitido que partidos políticos y cierta élite empresarial hicieran suyos, los ayuntamientos, las consejerías, los ministerios... Yo ya no se si pensar que la corrupción de esta última década ha sido consecuencia del ladrillazo, o el ladrillazo ha sido consecuencia de un modelo de crecimiento basado en la corrupción.
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