Qué gran responsabilidad tienen - tenemos - los
profesores que imparten - impartimos - conocimientos en ese amplio universo de
cuestiones y contenidos que atañen a las formas de vida, al comportamiento, y al desarrollo de la
sensibilidad de los ciudadanos en los entornos donde se desenvuelven. Pertenecen al ámbito de las llamadas
Ciencias Sociales, unificadas por el denominador común que las orienta a la
maduración intelectual de la persona sobre lo que ocurre en la sociedad y en el
mundo que la ha tocado vivir. Hay motivos para la preocupación y la alerta, pues serias son las amenazas que se ciernen sobre la función desempeñada por estos saberes. Las observaciones apuntadas por Joaquín Estefanía en ese texto , referido a la enseñanza de la Economía, deben sacudir como un aldabonazo las conciencias de los enseñantes
y de los alumnos en estos tiempos en que tienden a primar la banalidad sobre la
explicación rigurosa, el tópico convencional frente a la interpretación crítica
de los hechos, la resignación ante lo que sucede frente al conocimiento y la
denuncia de los factores que lo provocan.
Cuando la formación de un alumno queda sumida en el sectarismo ideológico que prima a la sombra del pensamiento único, propalado por maestros de la simplificación acrítica, que presenta como paradigma irreductible y dogmático de un statu quo inamovible, no se está procediendo a la formación de ciudadanos sino a esa especie de autómatas irreflexivos incapaces de entender su personalidad al margen de quien les domina para acabar imponiéndole sus propios códigos de conducta al servicio de presiones e intereses que acabaran deteriorando su dignidad y su libertad como persona. Bienvenidas sean las grandes contribuciones del saber científico-técnico, que tantas seguridades y beneficios depara, pero el conocimiento significa sin duda mucho más: significa en el ámbito que nos ocupa - en el de la realidad social, económica y territorial - el poder elaborar posturas libres, críticas, firmes ante el debate y con capacidad movilizadora para que los avances de la ciencia no deriven en el agravamiento de las desigualdades hasta cristalizar irreversiblemente en una sociedad resignada, conformista e incapaz de labrar su propio futuro.
Cuando la formación de un alumno queda sumida en el sectarismo ideológico que prima a la sombra del pensamiento único, propalado por maestros de la simplificación acrítica, que presenta como paradigma irreductible y dogmático de un statu quo inamovible, no se está procediendo a la formación de ciudadanos sino a esa especie de autómatas irreflexivos incapaces de entender su personalidad al margen de quien les domina para acabar imponiéndole sus propios códigos de conducta al servicio de presiones e intereses que acabaran deteriorando su dignidad y su libertad como persona. Bienvenidas sean las grandes contribuciones del saber científico-técnico, que tantas seguridades y beneficios depara, pero el conocimiento significa sin duda mucho más: significa en el ámbito que nos ocupa - en el de la realidad social, económica y territorial - el poder elaborar posturas libres, críticas, firmes ante el debate y con capacidad movilizadora para que los avances de la ciencia no deriven en el agravamiento de las desigualdades hasta cristalizar irreversiblemente en una sociedad resignada, conformista e incapaz de labrar su propio futuro.
Pondría en un marco este trozo: "sacudir como un aldabonazo las conciencias de los enseñantes y de los alumnos en estos tiempos en que tienden a primar la banalidad sobre la explicación rigurosa, el tópico convencional frente a la interpretación crítica de los hechos, la resignación ante lo que sucede frente al conocimiento y la denuncia de los factores que lo provocan". Me sitúo en la Secundaria y Bachillerato, donde la mayoría de los profesores somos incapaces (por actitud o por aptitud) de categorizar y evaluar mínimamente qué es lo que estamos impartiendo, su significado, sus repercusiones en el desarrollo de los alumnos... (Es duro el artículo ese que citas, Fernando)
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