8 de noviembre de 2013

¿Interesan realmente los libros de "Memorias" de los políticos actuales?

Se necesita sin duda mucha admiración por el personaje para mostrar interés por lo que escribe en sus "Memorias" y, más aún, para gastar el dinero en la compra del libro. Se dice, con todo, que es un género en declive, que las expectativas de los editores han quedado en todos los casos muy por debajo de lo previsto y que los generosos anticipos otorgados a los autores no cubren en ocasiones los ingresos reales obtenidos de la venta de la obra. ¿Alguien se sorprende de que eso ocurra? ¿No resulta, a poco que se detenga uno en la cuestión, algo lógico y normal? ¿Interesa en verdad adquirir un mamotreto de esas características y dado a conocer con los fines que se pretenden? Personalmente evito siquiera mirar las portadas, ni un ochavo de mi peculio va jamás para ese producto, que ha evolucionado a peor, y, desde luego, no pierdo un minuto de mi tiempo con la lectura de lo que en ello se contiene, pues me da la sensación de malgastarlo cuando tantos textos interesantes, tantas obras valiosas, están aún por leer. El tiempo es un bien escaso y conviene administrarlo bien. Esta actitud obedece a tres razones que considero convincentes, al menos en mi opinión: 

Primera: lo que en esos libros se dice ya está dicho sustancialmente de antemano, pues poseemos con anterioridad , si el tema nos interesa, de suficientes elementos de juicio al amparo de la difusión informativa del tema para saber lo que ocurrió, cómo ocurrió y porqué ocurrió. Las fuentes de información de que se dispone permiten hacerse un juicio de valor suficientemente ponderado y objetivo, en el que fundamentar la opinión antes de que el vanidoso, y a menudo engolado, memorialista de turno de a conocer su particular y seguramente sesgada perspectiva. Tampoco recogen lo que cabe esperar de ellas, pues se trata de una recopilación de recuerdos selectivos, donde se enfatiza o se ignora en función de la mella que unos hechos y otros puedan deparar a la imagen que tratan de preservar obsesivamente. Ni siquiera eleva su interés la alusión que los autores hacen a aspectos curiosos sobre su forma de actuar, ignorados por la gente, aunque a la hora de la verdad son de una trivialidad pasmosa. Mera argucia promocional, inducida por la necesidad de justificar el suculento anticipo recibido. 

Segunda: todas las "memorias" están basadas en el principio de la autojustificación permanente, en la ausencia de autocrítica, en la soberbia y vanidad de quien se siente ungido por la verdad incuestionable. No hay en ellas atisbo alguno de humildad y de reconocimiento de errores, ni una brizna de imparcialidad, manifiesta tanto en reiteraciones infundadas como en olvidos o menosprecios selectivos, como antes señalé. Tanta perfección, tanto egocentrismo, amén de obscenos, son tediosa y totalmente prescindibles. Posturas en las que suelen incurrir sin rubor los presentadores de la cosa, encargados ad hoc, cuando se deshacen en elogios sin que tampoco en ellos aflore ese valor tan necesario como es el espíritu crítico. ¿Es que no hay nada criticable en la gestión y en el modo de entender y ejercer la política de quienes han ostentado responsabilidades tan esenciales para la vida ciudadana?

Y Tercera: los autores no son los escritores reales del texto, o, al menos, de su mayor parte, ya que no se les conoce obra o escrito anterior que merezca valorar previamente su capacidad y talento con la pluma, el bolígrafo o el teclado. Son ágrafos, y es bien sabido que el arte de escribir no se improvisa. Emergen de pronto como escribidores de oportunidad, ayudados por plumillas a sueldo, ávidos y al acecho de los derechos de autor, tratando de embaucar a sus seguidores o simplemente curiosos con lo que transmiten como hazañas repletas de atractivo y curiosidad, muchas veces expuestas sin rigor o haciendo uso de fuentes que no son tales sino amañadas en función de su total exoneración de responsabilidades cuando los hechos pueden ensombrecer o deteriorar su imagen, que pretenden incólume. Nada que ver, pues, con la Memorias de De Gaulle, de Churchill, o de Mandela que sí eran autores de textos reconocidos, escribían bien, y tenían hechos importantes que contar. Así  pues, hagan lo que quieran, pero mi consejo es que eviten en sus bibliotecas este tipo de obras que, ocupando demasiado espacio, nacen innecesarias porque no valen ni la décima parte de lo que cuesta el libro en el que se recogen. Y, lo que es peor, tras su lectura sólo caben la decepción y la sensación de haber perdido el tiempo y el dinero, ambos irrecuperables.

4 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, Fernando.
    Hay políticos de talla inconmensurable que merecen ser recordados porque sus vidas han dado un cambio importante a la humanidad y otros que no merecen ni ser nombrados porque hasta su sombra se difumina.
    Ultimamente está de moda que todo el mundo publique libros- no seré yo la que diga quién tiene o no derecho a hacerlo-, pero hay escritores -doctores en filología hispánica, por ejemplo- a los que les cuesta publicar por el único hecho de no ser famosos o salir por la tele, y escriben como los propios ángeles, de modo que no me parece justo- también en esto el país a retrocedido a los años 70-, y los premios literarios ya están entregados de antemano. La cultura ya no es lo que era, pero sobrevivirá a pesar de los pesares.
    Un abrazo
    Laura

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    1. Este problema se presenta cuando el mercado se lleva puesta a la literatura. Resulta para las editoriales mucho mas simple publicar a un autor con exposición mediática porque de esta manera se ahorran dinero en publicidad. Solo es eso, cuestión de dinero. El arte importa muy poco. Cuesta mucho esfuerzo y recursos posicionar a un nuevo escritor en el ámbito literario.
      Con los premios sucede lo mismo. Es mucho mas simple y barato comprar un premio de literatura para posicionar a un escritor o a un libro que publicitar a ese escritor o su obra.
      Lamentablemente es asi...pero a no desesperar. Si se tienen ganas de leer cosas interesantes y fuera del main-stream, con un poco de investigación en internet se puede acceder a obras realmente interesantes que son ignoradas por las editoriales tradicionales.
      Saludos

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  2. Gracias, Laura, por tu comentario. No todo lo que se escribe merece ser leído, ni el hecho de tener proyección pública garantiza el interés de lo que se dice. La calidad y la relevancia de la escritura solo están garantizadas a quien tiene talento y se esfuerza por desarrollarlo. Lo demás es prescindible y hay que evitar perder el tiempo con ello. Un abrazo.

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  3. Así es, ciertamente, amigo Blog. Cuestiòn de mercado, en el fondo y también en la forma. Pero no me negará que la calidad a veces también cuenta, de modo que, en ocasiones, la apuesta editorial por un autor que consigue llegar al gran público depara a la empresa que lo hace prestigio y recursos mucho mayores que los que proporcionan las obras que comento y que están descontados en su mayoría desde que ven la luz. Gracias por su comentario

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