29 de noviembre de 2013

¿Cuándo las ofensa son realmente ofensivas para la dignidad de un país?

"Ofensa es lo que es ofensivo", dice con su engolamiento acostumbrado el inefable ministro Fernández, para justificar su ley sancionadora de las actitudes de protesta, denuncia y rechazo apoyadas en el clamor popular. Incurre en una tautología, lo que demuestra el sentido vago de la noción de ofensa, su carácter genérico, arbitrario y discrecional. Si esta perspectiva permite aplicar la ley, su ley, a todo lo que se mueva "ofensivamente" a criterio del sancionador, y al margen del juez, demostrando así que cualquier crítica en la calle puede confundirse con ofensa con el consiguiente amedrentamiento e indefensión previos que ello provoca, también nos lleva por pura lógica a entender por "ofensa" todos aquellos comportamientos, hábitos, prácticas y actitudes que lesionan la imagen de las instituciones, de acuerdo con la propia definición del concepto de ofensa o agravio, por el que se entiende "el perjuicio que se hace a uno en sus derechos e intereses". De ahí que, de aprobarse la Ley de marras, también incurren en ofensa, y muy grave: 

- los que mienten y engañan, a sabiendas de que lo hacen, a los ciudadanos que dicen representar
- los que consideran que la prevaricación y el cohecho cometidos deben quedar impunes
- los que defraudan a la Hacienda Pública, privando al erario de los recursos necesarios para la aplicación de las políticas redistributivas
- los que, ostentando un alto nivel de responsabilidad pública, ocultan o enmascaran sus gabelas privadas
- los que evaden capital, haciendo de los paraísos fiscales sus espacios esenciales de relación
- los que descalifican sin criterio objetivo la labor de los creadores de cultura, lesionando la imagen del pais dentro y fuera de sus fronteras
- los que utilizan su responsabilidad institucional para especular, crear redes de intereses que condicionan la toma de decisiones y derivan en medidas lucrativas a expensas del ejercicio de la acción política
- los que destruyen pruebas y testimonios esenciales para que la acción de la justicia se vea entorpecida en los asuntos que les atañen

- los que recurren a artimañas y subterfugios de toda índole para atrasar y eludir la acción de la justicia, desacreditando la labor y la persona de los jueces incómodos
- los que se enriquecen obscenamente al convertir sus ámbitos de responsabilidad financiera en auténticas cuevas de ladrones
- los que manipulan la información, provocando engaños y tergiversaciones interesadas
- los que especulan o manipulan el uso del suelo en beneficio de intereses particulares
- los que ofenden la memoria de los que sufren el desprecio y el olvido de sus derechos
- los que defienden una sociedad segregada y víctima de la exclusión
- los que no responden de sus responsabilidades

- los que se enorgullecen de su capacidad para salir indemnes de la crítica social y de sus actuaciones delictivas.

Estos sí son, pues, comportamientos ofensivos, perjudiciales, dañinos para la imagen del Estado y sus instituciones. Son las ofensas que hay que penalizar, los agravios que hacen mella permanente en las instituciones y en la vida de los ciudadanos. Lo que mancilla el crédito de un país y de su sociedad. No me cabe duda de que 
Fernández se refiere a ellos cuando dice que "ofensa es lo que es ofensivo". ¿Y es que hay algo más ofensivo que transmitir una imagen de escándalo, degradación y prepotencia en el ejercicio del poder? No hay mayor ofensa que el deterioro de la calidad de la democracia. 

1 comentario:

  1. Si Fernando, hay algo mas ofensivo, quien los eligen para que nos sigan ofendiendo.

    Un abrazo

    ResponderEliminar

Related Posts with Thumbnails