16 de julio de 2013

Un pais conmocionado

Aquello del caso "Naseiro" quedó en nada. ¿Recuerdan? Por allí pulularon, amén del tal Rosendo Naseiro, un tipo llamado Palop, que hacia buenas migas en eso de la pasta con un sujeto atrabiliario que atendía por Zaplana, el "individuo sin escrúpulos" como le calificó un colega mío de la Universidad de Alicante. Al ver que no ocurría nada, y que la financiación ilegal del Partido podía seguir campando a sus anchas, se adquirió una sensación de impunidad que llevaba a pensar que lo de los dineros en las sedes partidarias podía ser gestionado con la mayor impudicia sin que nada pudiera ocurrir. Si las advertencias o las sanciones son necesarias para corregir errores y enderezar políticas, cuando éstas no se producen  se piensa entonces que todo está permitido, máxime cuando se confía que los instrumentos legales están controlados o se les puede domeñar. Es el riesgo que corre la política cuando, como señala Garrigou, "implica un realismo cínico y un uso instrumental del Derecho, que no sacraliza la regla normativa al considerarla en función de su utilidad práctica".

De aquellos polvos vinieron estos lozadales pestilentes en los que se halla sumido el Partido Popular y que implican con enorme gravedad a los dirigentes de los que al mismo tiempo depende el gobierno del país. He ahí la enorme gravedad de lo que ocurre: esa trama inmensa de irregularidades que todo lo corroe. Lo peor que nos podía suceder. No se conoce en la reciente historia de la Europa comunitaria ningún escándalo que haya alcanzado las proporciones de lo que en estos momentos está sucediendo en España.  La vergüenza hace tiempo ha sido rebasada para dar lugar al esperpento, al ridículo y a la rabia incontenida.

¿Qué derroteros seguirá a partir de ahora la política española? A medida que la presión aumenta al compás de informaciones, comportamientos y declaraciones que parecen inconcebibles; a medida que salen a la luz los acontecimientos y tejemanejes reveladores de prácticas corruptas enquistadas de manera crónica en los hábitos de la política gobernante al más alto nivel; cuando se descubren manejos y  actitudes  a cual más escandalosos y lacerantes para la imagen del país; cuando la indignación de la sociedad aumenta y una fronda de malestar y rechazo  provoca el repudio de la política, cuando tan indispensable ésta resulta en tiempos de crisis e incertidumbres como los que vivimos, necesitados de esa confianza en las instituciones que parece haber desaparecido; cuando todo esto ocurre y la figura del presidente del gobierno queda irreversiblemente maltrecha  diga lo que diga (que no dice nada), y haga lo que haga (imposible de subsanar lo que ya ha hecho, pues la documentación demoledora así lo revela) un escenario preocupante se cierne sobre el país, haciendo trizas su prestigio internacional y dando la sensación de que sólo una profunda catarsis del panorama político será capaz de sacarlo del atolladero en que se encuentra.  

Ni la mayoría absoluta en la que se arropa de forma numantina ni las presuntas expectativas de mejora económica – que solo percibe Guindos en un ejercicio de simplificación lamentable – constituyen garantía alguna para salvar a un Presidente del Gobierno que ya no merece serlo.

2 comentarios:

  1. Me apena y encoleriza tanto este país y muchas de sus castas dirigentes que me tienta tachar la nacionalidad de mi pasaporte...
    Un abrazo, Fernando

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  2. Es nuestro país, Luis Antonio. Hay gente que merece la pena, proyectos por lo que luchar, experiencias vividas que merecen ser recordadas. Un abrazo, amigo

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