24 de febrero de 2013

La necesidad de superar la distancia entre la política y la calle



¿Será posible recomponer la relación entre la sociedad y la política institucionalizada? Si en una ocasión anterior el coordinador de Izquierda Unida, Cayo Lara, fue abucheado en una manifestación contra los desahucios, recientemente dos políticos de buena imagen, e incluso una de ellos sin trayectoria hasta entonces susceptible de crítica, sufrieron las manifestaciones de desprecio en circunstancias similares, simplemente por el hecho de pertenecer al Partido Socialista. Basta con identificarse con el oficio de la política para que salten las alarmas, siempre a flor de piel. Posiblemente no afectará a todos, pero sí a una parte significativa y sobre todo cuando la movilización se muestra ajena o contraria a la forma convencional de hacer política. Todo ello revela la magnitud alcanzada por un proceso de ruptura de enormes dimensiones y de efectos demoledores sobre la convivencia política en el país. En los grandes foros se habla de temas "trascendentales": el federalismo, la soberanía territorial insatisfecha, el pacto fiscal,   los toros como "bien cultural"... ¿Realmente esas cuestiones motivan a la sociedad que se enfrenta inerme ante un panorama de crisis, agravado además por las constataciones de la corrupción que no cesa y de los privilegios que permanecen incólumes cuando no arropados por la propia ley? ¿Puede admitirse, por el enorme descrédito que conlleva, que el gobierno se apoye en un partido donde priman la confusión y la sospecha sobre sus formas de financiación o que la cúpula empresarial esté marcada por la ineptitud y la corrupción? ¿No es ofensivo observar el apalancamiento en el poder de ministros indignos de seguir desempeñando la responsabilidad que se les asigna? 
Tarea ímproba la que tiene ante sí los políticos españoles, obligados a ofrecer, con hechos y decisiones, con actitudes claras y medidas contundentes, con transparencia y dignificados por la dimensión ética que aporta la capacidad autocrítica y por la sensibilidad hacia los problemas de la calle, una imagen que renueve la confianza y reconduzca la situación de forma que los ciudadanos tenga la sensación de que sus representantes están con ellos y no contra ellos. Y lo han de hacer a corto plazo, pues, de lo contrario, y habida cuenta de que los problemas irresueltos no cesan de crecer y agravarse, el modelo de convivencia democrática puede deteriorarse de manera irreversible hasta desembocar en la parodia atroz del berlusconismo o indecencias parecidas.

Acabo de oír en la radio una intervención de Itziar González Virós, arquitecta catalana, sobre la situación actual de la política. Conocía su labor como concejala del distrito barcelonés de Ciutat Vella,  pero no su visión de la política. Merece ser tenida en cuenta. Indago en la red y me encuentro con una referencia al encuentro que el Club Pobrelberg ha tenido con ella el pasado mes de enero.  Como tiene que ver con el tema que nos ocupa, y además enlaza con interesantes reflexiones sobre la ciudad y el urbanismo (¿cómo ignorar la simbiosis que existe entre forma de hacer política y tratamiento del territorio?), lo traigo aquí para que se conozca el enfoque que aportan personas valiosas al conocimiento de la realidad que interesa a los ciudadanos. 


2 comentarios:

  1. Grupúsculos habrá siempre, incluso en el paraíso, que se comporten como el otro día en la manifestación contra los desahucios. Creo que lo del otro día fue grupúsculos. La diferencia con cualquier otro momento es que lo del otro día es un síntoma de la fractura entre la política y la sociedad, mientras que en otro caso será la excepción lamentable. Cuando política y sociedad son, en realidad, aspectos de la misma realidad común. Dices que los políticos españoles tiene una ímproba tarea por delante. Yo creo que no, que la tarea la tenemos todos, tú, yo y nuestros vecinos de escalera, lo que seamos en el futuro es responsabilidad de todos.

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    1. Tienes razón, Juan, pero, más allá de los grupúsculos, están las actitudes mayoritarias que tratan de expresar como pueden las manifestaciones de su desencanto. Lo hacen los jóvenes en las plazas y los afectados por el timo de las preferentes a la puerta de los bancos o de la fiscalía anticorrupción. Son las modalidades múltiples del malestar, del que ya hay constancia más que sobrada para darse cuenta de lo que sucede en la sociedad y en la calle. Naturalmente, la tarea es de todos, pero creo que en este proceso en pro de una mayor calidad democrática la ciudadanía ha dado pasos que aún no se perciben en quienes dicen representarla. Muy cordialmente.

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