27 de febrero de 2013

¿Algo se mueve en la política italiana?




Se puede ser pesimista, caer en el desánimo, sentir una tremenda frustración, lamentarse hasta la congoja ante los resultados de las elecciones en Italia 2013. Los comentarios muy pesimistas afloran por doquier y todo se decanta mayoritariamente a favor del llanto y el crujir de dientes. O en todo caso, una alta dosis de decepción, ante las perspectivas de una difícil gobernabilidad. Con todo, y en medio de la bruma, es posible que estas elecciones revelen que algo está cambiando, al fin, o puede cambiar en la política italiana. Con la mirada puesta en la plaza donde destaca el Palazzo de Montecitorio,  sede del Parlamento italiano (¿cuántos obeliscos hay en Roma, mamma mia?), cuatro conclusiones parecen extraerse, en mi modesta opinión: 

1. La sociedad rechaza a los políticos impuestos como pretendidos gestores eficaces, ya que no lo son tanto y siempre se les considera manipulables desde fuera. El desplome del senador vitalicio, Monti, va por ahí, sobrevalorando sus fuerzas y sin darse cuenta de lo que le ocurrió a Papadimos en Grecia; 2. Emergen los populismos que se reclaman como la voz de la crítica y de la denuncia, al socaire de un discurso incendiario que invita al voto adverso al catecismo que se predica desde los despachos del Banco Central Europeo, que es quien gobierna en la cancillería alemana y en la Comisión del Palacio de Egmont, en Bruselas; Beppe Grillo capitaliza, no se sabe por cuánto tiempo, y con qué resultados, ese malestar; 3. Subsiste la inercia electoralmente controlada por el inmenso poder mediático, que lava la cara cerúlea de un ser miserable recuperándolo como expresión residual de lo más abyecto que tiene la política italiana; ¿será duradera la nueva etapa de un Silvio Berlusconi amortizado, imputado en causas sonrojantes, por más que un sector de la otrora decisiva democracia cristiana se haya entregado al mafioso, mientras el más reducido opta por Monti?; y 4. Por vez primera en décadas la fuerza ostensiblemente mayoritaria en el Congreso y a escasa distancia del primero en el Senado, la opción de izquierda, consigue una posición de la que no se tiene memoria. Lejos y en la decepción quedan los intentos fallidos de Massimo D'Alema y su Olivo por ser algo en ese país políticamente destrozado por la televisión impúdica y las sacristías corruptas. Destaca en medio de ese magma la figura de Pier Luigi Bersani. No ha ganado con la fuerza que muchos deseábamos, pero algo de luz, de cara al futuro, hace acto de presencia en uno de los países más castigados políticamente de Europa. Eppure qualcosa si muove nella politica italiana.

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