14 de abril de 2013

Cuando las paredes sirven para vencer al olvido: el mural sobre "La Alegría de la República"





Dibujar un inmenso mural unificado por las múltiples evocaciones que suscita la bandera tricolor supone, desde la perspectiva de quien lo hace y de quienes lo admiran, el reconocimiento de que los valores republicanos significan algo que no debe quedar relegado al olvido. Más allá de lo que representó la efímera experiencia republicana española, proclamada hace 82 años, es evidente que el espacio público cobra vida y se enriquece cuando el espíritu reivindicativo de los promotores de la idea y el talento del artista que lo plasma en la pared manifiestan que el ideario construido sobre las ideas de libertad, solidaridad e igualdad no solo sigue teniendo pleno sentido sino que su reclamación es más necesaria que nunca en estos tiempos de expolio frenético de lo público y de desmoche implacable de lo que más dignifica al ser humano que es su derecho a ser reconocido como sujeto de los derechos que tanto ha costado conquistar.




Concebido y diseñado por Manuel Sierra, ese pintor leonés-vallisoletano, de cuya amistad me honro y que siempre se ha mostrado tan brillante como batallador y coherente, sin concesión alguna a la banalidad y a la estética huera, el mural ha sufrido, está sufriendo, la inquina de los miserables que lo borran o denigran porque nunca serán capaces de entender el valor de la cultura y de la libertad. Aunque desaparezca, pues han intentado que desapareciera, el dibujo sobrevivirá en la imagen gráfica preservada.



Será también una referencia poderosa e inolvidable en la imaginería de la ciudad de Valladolid, porque, ocurra lo que ocurra, siempre estará presente en el recuerdo el día en el que la pared de la calle Juan de Mambrilla apareció de pronto embellecida por los colores y los símbolos que propugnan una vida mejor y que al tiempo sirven para que no queden sumidos en el olvido a cuantos los defendieron, particularmente en ese mundo tan maltratado de la enseñanza en libertad. Quizá no lo entiendan todavía las monjas, de origen latinoamericano, que pasan de largo; pero el joven que, sentado en el banco, contempla la paloma de la paz, vecina del barco palestino, no tardará en percatarse de que algo más que vivo colorido anida en ese mensaje, henchido de símbolos merecedores del máximo reconocimiento, de la más sensible de las atenciones.


Lamentablemente, no lo ha entendido así el actual gobierno municipal. Lejos de considerarlo como una iniciativa artística, embellecedora del paisaje urbano, y plenamente asumible en un país libre, ha estimado que constituye un atentado contra la ley. El autor fue sancionado a pagar una multa que, con independencia de su cuantía (750 euros), constituye una prueba más de la insensibilidad y el sectarismo cultural en que aparece sumida la ciudad de Valladolid. Sin embargo, lo que pretende ser una muestra de autoridad se convierte en una decisión que contribuye a realzar aún más la figura de Manuel Sierra. El expediente sancionador fue archivado y la multa suspendida. El mural continúa vivo, proyectando su imagen de rabia y libertad a cuantos se acercan a él, con espíritu conmemorativo y afán reivindicativo, y se detienen ante sus múltiples mensajes. 

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